domingo, 30 de septiembre de 2012
La Pluma del Gallo. “Mi amiga Yesenia”
Por: El Padre Gallo.
Durante años fui el enemigo más acérrimo de la muerte. La juzgué sin piedad, la consideraba algo malo y como tal había que expresarme en todo lo referente a la misma. No fueron pocas las veces en que llegué a decirle al Supremo que se había equivocado. No entendía como un Dios de vida podía ser también un dios de muerte.
Fueron incontables las ocasiones en que crispé mis manos al cielo, implorando el porqué, la falta de fe ante lo inentendible nublaba mi mente y mi conciencia. La sabiduría y el entendimiento no llegaban. Eran dones que no cumplían con su labor.
Mis interrogantes parecían no tener fin. Porqué a mí, porqué se va la gente buena, una y otra vez hasta el cansancio, sin cesar. No podía entender, mi alma sufría y en consecuencia el dolor no dejaba de cumplir con su función. Laceraba mi espíritu, amargaba mi existencia, rompía mi corazón. Es por hoy que veo las cosas de manera diferente.
Siempre dije que los hombres no debían llorar, solo que cuando la muerte le llega a un ser querido esa máxima parece no tener sentido y aparecen las lágrimas. Ruedan y descienden a través de las mejillas, como muestra de luto y llanto, reina la desesperación. La vida parece acabarse, la razón se pierde, es cuando el sufrimiento parece ser eterno.
Cuando murieron mis hijos, murió un pedazo de mi corazón. La vida ya no es la misma, vives sin vivir, existes sin existir. Tan solo te dejas llevar como marioneta, te conviertes en un títere, en un maniquí sin sentimientos. No hay esperanza, la fe muere. No entiendes en tu naturaleza humana el porqué de las cosas. Es difícil perder a tus retoños y no poder hacer nada, tan solo aceptar la decisión divina pero como cuesta, como duele.
Hace unos días por este medio supe de la muerte de una gran amiga, literalmente digo “este medio” porque así fue. Para los que la conocieron su nombre es: Yesenia Sarahí Costilla Nava. Joven mujer de 21 años, en la flor de la edad. La conocí desde muy pequeña, fue tan grande nuestro cariño que siempre me decía “papá” y yo la dejaba ser. Fueron gratos y hermosos los momentos que tuvimos, como olvidarlos.
Durante años estuvimos juntos, en las buenas y las malas, en la salud y la enfermedad. Muy risueña, atenta y servicial, divertida e incansablemente amorosa. Un día antes de su trágica muerte se comunicó conmigo, me pidió alojo en mi casa pues quería cambiar su residencia para trabajar y vivir mejor. Creo que su familia no lo sabía. Aun así decidí ayudarla en lo posible.
No hubo tiempo de hacerlo, El Señor tenía otro plan para ella. Los designios de nuestro Padre Santo no son para cuestionarse, simplemente se acatan, por más difíciles que estos sean. No he podido asimilar la partida de Yesenia, recuerdo su sonrisa noche y día. Se mantiene presente y viva en mis recuerdos, ahí está siempre.
“Yesi” espero que estés en un mejor lugar, sé que tu estancia en este mundo, no fue del todo placentera. Sufriste mucho, tu vida no fue la mejor ni la más fácil. A pesar de ello, luchaste incansablemente por encontrar el amor, lo diste a manos llenas pero recibiste muy poco, demasiado poco diría yo.
Ojalá que Dios nuestro Señor te tenga en su Reino Santo. Espero que allá donde estés si seas feliz. Tan solo te nos adelantaste en el camino, no desesperes quizá pronto estemos contigo.
Ruego por tu descanso eterno. Claro que te extraño y estoy seguro que muchos más. Encendí la vela que me pediste y no solo eso, también trataré de abogar por tu hermana pequeña, como te lo dije. Yesenia Sarahí Costilla Nava, gracias por tan bellos momentos que viví contigo, mi esposa y yo siempre te recordaremos. Dios te guarde eternamente. Así sea.