martes, 18 de septiembre de 2012
La Pluma del Gallo. “Cuál Independencia”
Por: El Padre Gallo.
Desde muy pequeño siempre se me enseñó, tanto en la escuela como en el seno familiar los valores por la patria. El respeto por las cuestiones patrióticas fue uno de los pilares en los que recibí mi formación y educación. Se anidó y fue creciendo una idea en mi mente y mi corazón. Como buen mexicano, estaba obligado a cumplir en todos los lineamientos que marcaba la Constitución.
No hubo diferencia alguna con el transcurrir de los años, siempre cumplí en tiempo y forma con reuniones, desfiles, fiestas, servicio militar, etc. Me jacté de ser un buen ciudadano, incluso llegó a molestarme que mis estimados primos, que mis parientes de sangre de la noche a la mañana, hubiesen decidido cambiar de bandera como de calcetines e irse a radicar a los Estados Unidos de Norteamérica.
Con el paso del tiempo las cosas fueron cambiando, aquel amor por México se fue haciendo cada vez más débil, ya no era tan sublime el deseo de seguir siendo un buen mexicano. Mi mente y mi intelecto me aseguraban que eso era para los chiquillos de escuela, que era solo una especie de “lavado” de cerebro que papá gobierno hacía, para de esta manera tratar de formar buenos ciudadanos y poderlos gobernar.
Razones, según yo tenía de sobra para tomar esta nueva actitud. Me había desalentado la cuenta pública, la deuda externa, la corrupción de los malos políticos. Entre otras cuestiones. Así que en consecuencia ya no se me inflaba el pecho al hablar de la Madre Patria. No renegaba de ser mexicano pero tomé mis reservas al respecto.
Por encima de todas ellas, estaba una que se erguía como reina sobre ellas. Se había convertido en la peor de las dictaduras, su hegemonía se percibía por encima de todas. Su color era negro pero teñía de rojo, la encargada de enarbolar esa nueva bandera que ondeaba sin parar era blanca. Su guadaña es el asta bandera. Ni que hacer. La muerte gobernaba ahora por la inseguridad.
La patria y el patriotismo habían muerto, se llevaron con ellas el amor por mi país. Me robaron mis ilusiones de niño. Arrancaron de tajo con mis ideas, con mis tradiciones, casi con mi vida. Lógicamente que ellas no eran las culpables, era la maldita inseguridad. Esa falta de diaria certeza, ese olor a muerte y destrucción.
Por esa falta de seguridad perdí mi cariño por mi país, perdí mi casa, mi trabajo de 25 años, perdí mis amigos, mi historia, perdí a mis hijos. Sé que debo luchar para recuperar lo que se pueda, me queda claro que no debo perder la esperanza y la fe. Créanme que lo intento, aunque es muy difícil. Dolor y lágrimas cuesta.
En estos días de supuesta independencia, poco tengo que celebrar. No puedo hacerlo, siento en mi alma la falta de libertad, sigo atado sin quererlo. Permanezco aun secuestrado en mi país, no soy libre de expresar lo que siento, de hacer lo que deseo. Mi independencia no existe, hay cadenas y estas no se pueden romper con facilidad.
Espero en Dios el día de mi liberación, el momento de la consumación. Deseo con mi corazón algún día poder independizarme. Volver a sentir ese amor por mi patria, esa confianza en mis dirigentes políticos. Añoro un país mejor, donde no haya dolor. Quiero un México sin peligros, lleno de vida. Deseo poder circular libremente, sin que nada me estorbe.
Señor, donde estás? Donde está tu justicia, no actúes sin piedad, simplemente dale a cada quien lo que merece. En este México de hoy, lastimado y sangrante, aún quedan seres buenos; ayúdalos Padre. Convierte el alma negra de quienes nos ofenden, dales un corazón puro. No te olvides de tus hijos que sufren, Tú sabes Padre Bueno que no todos servimos para La Cruz. No todos tenemos sangre de mártir y estamos viviendo un martirio. Te lo pedimos Señor. Así sea.