sábado, 15 de septiembre de 2012
La Pluma del Gallo. “Compañero Pérez”
Por: El Padre Gallo.
Raúl es un obrero de la industria maquiladora, ha sido durante muchos años uno más de los múltiples asalariados que laboran como abejas humanas. Su diaria labor según se lo comentan sus supervisores, es tan importante que gracias al trabajo de personas como él; los aviones vuelan con seguridad. Bueno al menos eso es lo que le han dicho, en las pláticas emotivas que les dan con regularidad en la sala de conferencias de su empresa.
Es desde muy temprana hora que cotidianamente se dispone a realizar su labor, aun no amanece cuando ya se dirige a cumplir con su obligación y vaya que si está obligado pues son varias personas que dependen de su salario. Además la renta está algo cara y ni que decir de los recibos de agua, luz, teléfono, mueblería, etc.
Su esposa, sacrificada mujer, cansada por las enfermedades y los hijos que Dios le dio trata de cumplir en lo correspondiente. Su obligación no deja de ser poca, los quehaceres de la casa y las vueltas al super la han fastidiado. Su problemática la ha convertido en una más del montón, personas sin fe ni esperanza por la vida cuyo único afán es sobrevivir. De esta forma así transcurre la marcha inexorable del tiempo.
Ni que decir de los múltiples hijos fruto de su amor, nueve son muchos, ahí están sin remedio las huellas del mandamiento del Señor. La doctrina de su religión ha producido en ella abundancia de retoños y eso que ahí le “paró” si no se hubiese aventado la docena, como le dijo una amiga. No hay de otra que salir adelante en todo lo concerniente.
Recapitulemos con la vida personal de nuestro amigo Raúl, Pérez como le llaman en su área. Ese día fue llamado por su superior a la dirección, habría ascensos y él sería considerado por sus años de servicio en la empresa. Estaba disponible una labor de supervisión. Por fin habían sido escuchados sus ruegos e imploraciones, los encargados administrativos estaban volteando los ojos hacia él. Su alegría era indescriptible, su corazón desbordaba de contento; dio inicio a sus planes.
Conforme se dirigía a la oficina, los sueños iban y venían. Se podría pensar en la ampliación del hogar. Ya somos muchos y no cabemos. Cambiaría con el nuevo sueldo su vida, al menos en parte. En pocas palabras su satisfacción y regocijo eran enormes, ahora si de aquí para adelante, sí señor.
Se sentó a la espera del gerente, no fue mucha la tardanza. “Tome asiento compañero Pérez, quiero darle la buena noticia de que por mi conducto la empresa lo ha considerado para un ascenso. Sabemos de su responsabilidad, de su preparación en su área y es por estas razones que se tomó la decisión de recompensarlo con una nueva obligación. Desde hoy será usted el nuevo supervisor de producción. Claro que tendrá mejor sueldo pero más obligaciones, esperamos que sepa responder con eficiencia a su nueva labor. Felicidades”
Salió Raúl de aquella oficina con todo su ser desbordado de júbilo y contento. Ahora con su nuevo nombramiento las cosas cambiarían para él y su familia. Se dirigió con presteza con su nominación en mano, con su nuevo gafete, con su chaquetín y casco de jefe de producción.
Sus compañeros volteaban a verlo, suspendió por un instante la línea de proceso y con voz fuerte invitó a sus colegas a seguir trabajando con eficacia. Algunos le aplaudieron, otros se limitaron a sentir algo de envidia. No podían creer en lo que estaban escuchando pero a final de cuenta que importaba, la vida seguía igual.
Cuántos de estos Raules conocemos, quizá varios. Personas que durante años han esperado que la suerte les cambie. Gente común que se ha dedicado durante gran parte de su vida a cumplir con su trabajo. Es posible que en ocasiones los que coordinan no se den cuenta de su loable función pero ocasionalmente lo hacen con alguien y lo que parece no ser importante para algunos, a otros prácticamente les cambia la vida y se supone que para bien.
Esperemos que en cada trabajo del orbe se sepa recompensar a quien cumple con su obligación. A veces no se obra con justicia. No siempre a quien se le da más, merece más. Lógicamente que al que más se le da, más se le pide. En fin la idea es que todo se desarrolle justamente. Quien manda debe de ser imparcial y considerar a quien realmente lo merece. Darle a cada quien lo justo, provoca mejor actitud de servicio. Premiar a quien es merecedor es bueno y fortalece el auto estima. Otro día continuaremos con la historia del compañero Pérez. Bendiciones para todos. Así sea.