Por: El Padre Gallo.
Hace algunos años, creo que ya decenas de ellos, me dio por darme a la tarea de cuidar mi figura y consecuentemente mi salud. A temprana hora me levantaba, me ponía mi ropa deportiva, bueno un pants y sudadera. Ataba fuertemente las agujetas de los tenis y me dirigía a un parque cercano a caminar.
Fue así que al cabo de unos días, mi cuerpo se fue fortaleciendo, ya no solo trotaba; corría. Los músculos atrofiados por la falta de ejercicio, recuperaron paulatinamente su tono. El sudor, emergía a raudales por los poros.
No acabó ahí todo, también opté por cambiar mi alimentación. Hice una lista de los alimentos y bebidas, que según los nutriólogos eran dañinos para la salud. Era urgente y necesario cambiarlos, por algunos menos sabrosos pero mas nutritivos.
Fue de esta manera como fui quitando de mi dieta, grasas, azucares, carbohidratos y demás. Dio inicio el sacrificio a la hora de comer, realmente lo es, cuando no tienes la costumbre. El principio de esto, es el peor momento del cambio de rutina alimenticia.
Así pasaron los años y conservé una esbelta figura, no delgado pero tampoco obeso. Lo importante era perseverar. Incluso, aconsejaba a los demás que lo hicieran y me ofrecí en más de una ocasión, a servir de instructor deportivo; sin serlo.
Al llegar a cierta edad y debido a múltiples razones, el ejercicio fue hecho a un lado. Apareció de improviso una vida sedentaria. Aquellas frutas y verduras, desaparecieron como por arte de magia del menú diario. Le hicieron lugar, a unos kilos extras de grasa corporal.
Como consecuencia al drástico cambio, el organismo protestó y lo hizo seriamente. Llegó el colesterol, la temida azúcar ¡Hola acido úrico! También estas aquí ¡Pásenle triglicéridos, solo ustedes faltaban! Ahora si, ya estamos todos completos.
La destrucción del cuerpo sagrado llegó, las enfermedades hicieron acto de presencia. El dolor, el cansancio, el desaliento, la desesperación. Todo por no continuar con lo programado en el pasado, si la intención y los frutos fueron buenos, porque no seguir.
Es por ahora que en una lucha contra el tiempo y la enfermedad, hay que retomar esa actitud del ayer. Es tiempo de luchar. Quizá no se pueda recuperar todo pero algo bueno ha de resultar. Solo hay que decidirse, el momento ha llegado.
Total, soy joven aun y aunque no lo fuese tanto. Nunca es tarde para empezar, la vida nos da siempre una oportunidad; hay que aprovecharla. No hay que bajar la guardia, claudicar jamás. La idea esta vigente, el ánimo ha renovado sus bríos. Adelante.
A quienes estén en situación similar, los invito a realizar lo mismo. Si se puede, si podemos lograr lo propuesto. Cada quien en la medida de lo posible, es tiempo de cambiar. Todo sea por la salud y en contra de la enfermedad. Dios los bendiga. Así sea.