sábado, 2 de agosto de 2014

Maniquí de la vida.

Por: El Padre Gallo


“Las fieras matan porque tienen hambre, el hombre mata sin saber porqué”. Una frase muy poética pero tan llena de razón como la que más. Recuerdo otra: “el hombre es el único que corta el árbol que le da sombra”. Es sumamente difícil comprender situaciones de esta naturaleza. Más existen y marcan la pauta a seguir para muchos. Ir en pos de malos ejemplos, no es otra cosa que aceptar tácitamente sin mostrar renuencia que lo irrazonable tiene sentido. Buscarle el lado bueno al malo, es convertirse en cómplice activo de la incongruencia cuyo objeto es ilógico. La comunión de las diferentes cuestiones cotidianas, solo se logra con decisiones correctas que se toman en el momento preciso. Aquí y ahora es el instante indicado por la razón, para juzgar y llevar a cabo el proceder personal de cada quien. Se necesita que la determinación este de acuerdo con todo, en especial con la lógica y la coherencia para evitar daños a terceros. Cuando se aceptan sin chistar implícitamente los actos cotidianos, sean estos de cualquier índole es ser un maniquí de la vida. Si  fuimos creados por el Fabricante de Almas fue con el poder otorgado para ejercer el libre albedrío, pero con razón y entereza. Cuando este se transforma en mero capricho común y corriente, es convertido en un comportamiento mundano y vulgar. Todo esto es impropio para seres que proceden de la luz, cuyo fin es colaborar por un mundo mejor. El mandamiento es sencillo de cumplir, sólo se requiere decidir la forma de vida que deseamos tener. El futuro llega y toma posesión de lo que por derecho le corresponde, no contamos con tiempo de sobra para pensarlo hay que actuar. El mañana se convierte en el hoy y no hay vuelta de hoja, la ocasión llega y si no se aprovecha surgen resultados amargos. Hacer buen uso del poder es difícil pero no imposible de lograr. Así es que solo resta capitalizar al máximo con lo que se cuenta, para obtener el mas abundante provecho. Dice la Biblia que la conversión puede ocurrirle a cualquiera y de un momento a otro en un segundo. Recordemos como San Pablo se cae del caballo y ya es otro. No aprovechar la oportunidad cuando esta toca a la puerta es de incautos. Es posible que no vuelva a llamar y se pierda el don otorgado, quizá este se evapore como un suspiro. Sabemos que la tentación hace presencia y aparece consecutivamente llamando miles de veces. Todo depende si escuchamos el canto de las sirenas y corremos en búsqueda de un espejismo. Todo cambia si hacemos oídos sordos a la voz dulce y melodiosa de la incitación. La misma al no encontrar respuesta a su atenta invitación dejara de sonar como tal. Ojala que se utilice con maestría el buen uso del discernimiento y que este nos lleve a buen término. Así sea.