Por: El Padre Gallo.-
Todos
los días aprendemos algo. El domingo tuve la oportunidad de comprobarlo. El
aprendizaje lo sabemos que es continuo. Nunca dejamos de aprender cosas nuevas.
Ese día la enseñanza fue que: “no hay enemigo pequeño” las pruebas son
contundentes y así lo aseveran. Siendo muy temprano decidí salir a caminar un
rato por el área donde vivo. Ya había salido el sol los pájaros iniciaban su
trino. Había daño inicio la reencarnación de los cuerpos el viento en calma y el
ladrar de los perros. En fin detuve mi marcha y observé hacia el suelo, había
un hormiguero. Las obreras daban inicio a su trabajo (las hormigas no descansan
los domingos) observé a unas que se mantenían al acecho, como soldados en
tiempos bélicos. Me incliné hacia ellas para verlas con detenimiento, de pronto
estando absorto en mi tarea de la nada una me abordó y mordió mi mano con
fuerza. Que dolor!. Mi primer impulso fue destrozarla con mis dedos, decidí no
hacerlo. Encontré la forma de tomarla y puse atención en sus mandíbulas, eran
fuertes. El cosquilleo cada vez era más fuerte y la comezón surgió en mi mano.
La solté de una altura cien veces mayor que la de ella, tan pronto tocó el piso
ya era la misma que me atacó. Se revolvía hacia todos lados buscando al enemigo
que era yo, no me encontró. Es este prosista quien había huido del lugar, al
verse acosado por sus cientos de compañeras, quizá miles. Seguí caminando vi a
unos niños jugar en la calle al fútbol. Fuera del campo estaba un chico muy
pequeño, al que no invitaron a jugar y estaba enojado con ellos. Sus ojos me
vieron como buscando apoyo, simplemente reí no fue suficiente, el quería jugar.
De pronto se fue a un terreno, ya que había una excavación para una fosa
séptica. Él se puso a jugar con una cuerda puesta ahí para que el trabajador
con un bote sacara la tierra, dado lo profundo del hoyo. Los otros al verlo
llenos de curiosidad se acercaron a él y lo asediaron con preguntas. El les
dijo que se había puesto a jugar solo pues ellos no le invitaron. “Jugamos
contigo?”. Le dijeron, el asintió con la cabeza. “Vamos a jugar a que ustedes
se caían al pozo y que yo era bombero y los salvaba”. “Está bien” comentaron.
Se metieron agarrados de la cuerda todos al pozo y cuando ya tenía a todos
abajo, la jaló hacia fuera. Todos viendo hacia arriba le recriminaron su acción
el simplemente abrió el cierre del pantalón y emitió un pujido. Convirtiéndose
en un verdadero bombero que utilizaba con maestría la abundante “agua de riñón”,
los empapó a todos. Ante un hecho tan singular no me quedo más que reír, aun en
la tragedia de aquellos que se decían más grandes e inteligentes. Probando con
ello una vez mas “que no hay enemigo pequeño, todos son de cuidado”. Así sea.